¿PUEDE UN CRISTIANO CELEBRAR LA NAVIDAD?

Está demostrado históricamente que el origen de la fiesta de la Navidad es pagano. Cualquier persona que se precie de tener un poco de cultura lo sabe. Comprobar esta afirmación es fácil, no hay sino que acudir a internet y colocar la palabra “Navidad” en un buscador y aparecerán numerosos artículos que hablan sobre ello. Si alguno es más selecto puede consultar libros de Historia especializados que muestran cómo desde muy temprano se produjo una yuxtaposición entre el paganismo y el cristianismo:“El emperador Aureliano introdujo la celebración de la fiesta del Sol Invictus el 25 de diciembre. La Iglesia cristianizó esta fiesta, y la relacionó con el nacimiento de Cristo, sol de justicia. Esta cristianización acaeció en Roma a comienzos del siglo IV. Se menciona por primer vez en la Depositio Martyrum hacia el año 336.” (1) Pero no es mi propósito dedicar este artículo a insistir en algo que es una verdad histórica fehacientemente demostrada. Quisiera hablar de otra cosa que me preocupa en relación a este asunto. ¿Puede un cristiano celebrar una fiesta con un contenido religioso como es la Navidad sabiendo que su origen es pagano?
Muchos cristianos en el mundo responden con un NO rotundo. Pero son muchos más los cristianos que estiman que SI se puede celebrar la Navidad a pesar de su origen pagano. Estos últimos no tienen unas mismas razones para justificar su respuesta afirmativa. Unos sencillamente alegan que observan la fiesta sin importarles su origen pagano y que celebrar el nacimiento de Cristo no puede tener nada de malo. Y unos segundos dicen que la celebran porque es un medio para evangelizar o para dar a conocer que Jesús es el Salvador que vino al mundo. Pero, ¿son válidas o suficientes algunas de esas dos razones para que un cristiano celebre la fiesta de la Navidad? ¿Qué dice la Palabra de Dios?
Para quienes observan la Navidad sin importarles su origen pagano deberían considerar que la Biblia dice que un cristiano es una nueva criatura (2 Co 5.17), que no participa en las obras de las tinieblas, sino que las rechaza enérgicamente (Ef 5.11). Una de las obras de la carne y de las tinieblas es la mentira (Ef 4.22-32). Detrás de la mentira está siempre el mismo Diablo (Jn 8.44). Un cristiano no ama ni sigue la mentira en ninguna de sus formas (Ef 4.25). Y la fiesta de la Navidad está basada sobre muchas falsedades, como la que Jesús nació un 25 de diciembre, pues por la Biblia sabemos que no pudo ser en esa fecha (Lc 2.8). En contraste si comparamos la fecha del nacimiento de Juan el Bautista, que se puede deducir de (Lc 15.1-25), y le sumamos seis meses (Lc 1.26), podemos saber que el nacimiento de Cristo pudo ser más o menos a mitad de septiembre. En definitiva se participa en la mentira cuando se acepta o se dice que Jesús nació en la fecha en la que actualmente se celebra la Navidad.
Por otra parte, la fiesta de la Navidad transmite enseñanzas falsas, que fomentan el comportamiento mentiroso, como el mito de unos Reyes Magos creyentes y buenos que trajeron regalos al niño Jesús y que actualmente los traen a todos los niños, cuando en realidad eran solo magos zoroástricos persas (Mt 2.1-10), es decir paganos que practicaban la magia y la astrología como todos los magos de la época (Dn 1.20) (Hch 8.9- 11), y que representaban al mundo más tenebroso que fue llevado por Dios a postrarse ante su Hijo, cuando hizo su entrada en el mundo, para reconocer su realeza con presentes propios de un rey (Mt 2.11) cf (Fil 2.10). El mito de Papa Noel como viejecito bonachón que regala juguetes a los niños es igualmente falso, y, juntamente con el anterior, fomenta la enseñanza de que se puede mentir cuando se hace por una buena causa. ¿De hecho no mienten los padres a sus hijos cuándo les dicen que son los Reyes Magos o Papa Noel quienes les traen los regalos en Navidad? ¿Puede ser buena una fiesta que ha institucionalizado la mentira como algo bueno?
Y para quienes observan la Navidad, creyendo que con ello transmiten un conocimiento sobre Jesús al mundo, el sentido común nos dice que una fiesta de origen pagano basada en la mentira no puede ser un instrumento de Dios para nada que tenga que ver con él (1 Jn 1.5). La Navidad cristiana no se constituyó como fiesta para honrar al Señor en fidelidad a la verdad de su Palabra. Fue incorporada por la Iglesia como fiesta propia, a pesar de su origen pagano, con él único deseo de utilizarla para adherir muchas personas al cristianismo nominal en un momento en el que se había perdido el interés por la conversión genuina de las gentes a la fe cristiana. A partir del siglo IV, en su afán expansionista, la Iglesia creía que el fin justificaba los medios, es decir que valía cualquier método para hacer cristianas a las gentes. Ejemplo de ello son las palabras de Gregorio Magno cuando dijo: “Que se derribe el menor número posible de templos paganos y que sólo se destruyan sus ídolos, que se rocíen de agua bendita, que se levanten altares y que se pongan reliquias en los edificios para que, si los templos son de buena construcción, se cambie simplemente su objetivo, que era el culto a los demonios, para que en adelante se adore allí al verdadero Dios. Así, el pueblo, al ver que no se destruyen sus lugares de culto, olvidará sus errores y, adquiriendo el conocimiento del verdadero Dios, vendrá a adorarle en los mismos sitios en que se reunían sus antepasados. Y como tenían la costumbre de sacrificar un gran número de bueyes en honor de los demonios, no hay que cambiar en nada sus costumbres de los días de fiesta: así, en el aniversario de la dedicación o en las fiestas de los santos mártires cuyas reliquias reposan en la iglesia, que levanten chozas ligeras alrededor de la iglesia, como hacían alrededor de los templos paganos, y que celebren la fiesta con banquetes religiosos /…/ Permitiéndoles así exteriorizar su alegría del mismo modo, se les llevará más fácilmente a conocer el gozo interior, pues no cabe duda de que es imposible quitarlo todo de un solo golpe a unas almas tan frágiles. No se sube a una montaña saltando, sino con pasos lentos.”(2)
En contraste con lo anterior, hemos de decir que la obra de Dios no se cimenta sobre la obra del Diablo. Las cosas viejas que hay en la vida de una persona o de los pueblos deben desaparecer y hacerse nuevas en Cristo (2 Co 5.17). Las cosas malas deben ser destruidas y no aprovechadas Hch 19.19). Un cristiano no pude seguir las costumbres abominables de las naciones: “Y no andéis en las prácticas de las naciones que yo echaré de delante de vosotros; porque ellos hicieron todas estas cosas, y los tuve en abominación.”(Lv 20.23). El becerro de oro fue presentado a los israelitas como los “dioses que te sacaron de Egipto”
(Ex 32.1-7). Esto fue posible porque unos de los dioses que conocieron los israelitas en Egipto era el buey Apis, y a partir de él fue que se hizo un ídolo en forma de becerro para representar a Jehová. ¿No se hace lo mismo en la Navidad cuando se toma una fiesta pagana en honor al Sol para celebrar el día del nacimiento de Cristo? ¿Cómo pude un cristiano tener en su casa o en su iglesia un árbol adornado sabiendo que de esta forma los paganos antiguos representaban y evocaban a sus divinidades? (1 R 14.23). La Biblia quiere que se honre solo al Dios vivo y verdadero y que no se tome su nombre en vano (Ex 20.3-7). A Dios se le adora en “espíritu y en verdad” (Jn 4.24). Pero la inmensa mayoría de la gente que celebra el nacimiento de Cristo no cree en él. Es sorprendente como muchos ateos, agnósticos, musulmanes, budistas, hindúes, confucianistas, etc., celebran la Navidad. Pero al hacerlo no piensan en Cristo ni en la verdadera razón de su venida al mundo:“El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lc 19.10). Para la mayor parte de las personas la Navidad es solo una oportunidad para hacer una reunión familiar donde comer y beber muy bien y en exceso; es un tiempo para hacerse grandes regalos los unos a los otros. Lo peor es que todo esto se hace tomando el nombre de Dios en vano, pues la mayoría ni cree ni piensa en él. Además, y para justificar que lo que se hace es presuntamente “santo” o “sagrado”, se crea un ambiente falso e hipócrita de apariencia de piedad, adoptando actitudes prefabricadas de paz y armonía, que duran tan solo unas pocas horas. Acabada la celebración de la Navidad todo vuelve a una rutina de vida donde impera el abuso, el odio, el egoísmo, la violencia, el fraude, el engaño, la intolerancia y un largo etcétera de muchos otros pecados. Pero ningún cambio individual ni colectivo se produce en el corazón de quienes la festejan cada año. ¿Por qué? Porque desde su origen pagano la fiesta de la Navidad fomenta el sincretismo religioso, la idolatría, la mentira, la hipocresía, el consumismo, la insolidaridad, el exceso, la vana autoaprobación religiosa, y otras muchas cosas semejantes. No es de extrañar que de todas estas cosas el apóstol Pablo advirtiera a los cristianos de su tiempo:“En otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a lo que por naturaleza no son dioses; más ahora conociendo a Dios… ¿cómo es que os volvéis de nuevo a los débiles y pobre rudimentos, a los cuales os queréis volver a esclavizar? Guardáis los días, los meses, los tiempos y los años. Me temo de vosotros que haya trabajado en vano con vosotros.”
Dr. José Luis Fortes Gutiérrez
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(1) VVAA, Cristianismo primitivo y religiones mistéricas,Ed. Cátedra, Madrid, 1995, p 332.
(2) COMBY, JEAN, La Historia de la Iglesia. 1. De los orígenes al siglo XV, Ed. Verbo Divino, Navarra, 1999, p 129.

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